Pues no, las cosas cambiaron, pero no necesariamente se pararon. Al menos no para nosotros. De hecho, nuestros clientes demandaron intensamente nuestra ayuda para multitud de iniciativas. Fueron días agitados, con mucho trabajo... pero distintos. Nos sirvieron para tomar perspectiva, para hacer todas esas cosas que teníamos pendientes y para las que no encontrábamos el momento adecuado.
Pongamos un día cualquiera de cuarentena. Al final de la jornada no vamos a salir de casa, así que nos proponemos hacer limpieza en esa habitación tan abarrotada, donde encuentras cosas de esas que te quedas mirando mientras le das vueltas con la mano y exclamas en bajito: “¡Andaaa, mira dónde estaba esto...!” y te da pena tirarlo, pero sacudes la cabeza y sigues con el dramático exterminio. Después de tres horas el espacio se ha hecho más grande. Lo observas recuperando poco a poco la respiración y piensas con satisfacción: “He hecho lo que había que hacer. Debería haberlo hecho antes, quizá, pero más vale tarde que nunca.”
Ahora los huecos te miran esperando que los llenes otra vez con ropa, papeles, trastos... ¡con calor de hogar!. Es ley de vida: hay que evolucionar, hay que hacer cambios, dejar cosas atrás y mirar hacia delante. Y eso implica rellenar los espacios con cosas nuevas, más acordes con el momento, con lo que somos ahora y cómo queremos ser mañana. Hasta dentro de un tiempo, cuando volvamos a levantarnos un día cualquiera por la mañana pensando “ya es hora de renovar”.
Bienvenidos a una nueva etapa en eteria. La nueva eteria. La de siempre.