Nací un 29 de septiembre en Buenos Aires -¡el mismo día que Mafalda!- y mi vida transcurrió junto a ella por muchos caminos. En mi casa no se leía demasiado, así que yo la descubrí de mayor. Aunque tarde, esa niña me atrapó para siempre.
A finales de los noventa yo colaboraba con un diseñador del Diario Clarín, el periódico más importante en Argentina. Un día me dirigí allá para recoger un trabajo. Me hicieron esperar en una sala. Pasados unos minutos, escucho una voz que dice: “Señor Quino, ya puede pasar”. Mis ojos se abrieron como platos y mi corazón se quería salir de su lugar. ¡Había estado sentada junto a Quino y no me había dado ni cuenta! Fue una sensación tan importante y tan sencilla a la vez que me emociono siempre que lo recuerdo.
Con los años, la vida me hizo cruzar el charco y me trajo a Gijón. Aquí nacieron mis hijos, a quienes enseñé a leer con personajes como Felipe, Manolito y Susanita. En 2005, el Señor Quino decidió visitar mi nueva ciudad y otra vez me lo encontré, en una librería muy cerquita de mi lugar de trabajo entonces. Había cola para verlo, pero esperé. Yo estaba con mi hijo Nahuel, que tenía 2 años. Al fin lo volví a ver, esta vez con más canas, pero con la misma serenidad y luz en su gesto.
Hoy llevo conmigo dos hermosos recuerdos y un mundo lleno de Mafalda que Quino me regaló y que mis hijos han heredado para siempre.
Graciela Delgado
Diseñadora gráfica