La pandemia, la crisis energética, la sanidad privada, las guerras, el cambio climático, la violencia de género… Está claro que algo no anda bien de un tiempo a esta parte. Íbamos encaminados irremediablemente hacia el caos. Yo ya estaba haciendo acopio de papel higiénico y latas de sopa, previendo un mundo apocalíptico. Pero obsérvese que digo “íbamos”, pretérito imperfecto, porque, amigos, hoy todo ha vuelto a su cauce. La pieza clave, el elemento desestabilizador que provocaba tanto daño, al fin se ha eliminado. O, siendo más estrictos, se ha corregido. Ha vuelto a su ser primigenio. Ha permitido que el engranaje de la vida ruede de nuevo sin obstáculos ni rozamientos. Estamos salvados, al menos por el momento. Permítanme que me retire a contemplar el horizonte por la ventana, yo solo, mientras una lágrima serena recorre mi rostro para morir en la sutil sonrisa de mis labios. Sólo eso.